Ah, aerolínea Emirates: ¿por qué hemos tardado tanto en conocernos? Aviones modernos, pantallas de entretenimiento en cada asiento (incluyendo Un día en las carreras, de los Hermanos Marx, el juego backgamon, o el resumen del Rally Dakar 2013), un bonito menú bilingüe inglés-árabe, comida bastante mejor que la de una aerolínea normal, información en pantalla sobre las conexiones de vuelo en Dubai, puntualidad, y la mezcla más ridículamente cosmopolita de personal de vuelo (en el trayecto Dubai – Entebbe entre todos hablaban inglés, español, francés, alemán, portugués, árabe, serbio, tagalo…).
Dejando a un lado mi enamoramiento de viajero frecuente (demasiadas aerolíneas como para acordarme de todas), la verdad es que el trayecto Manchester – Dubai – Entebbe fue como la seda, salvo por las pocas horas de sueño intrínsecas a un viaje nocturno y dos cambios horarios. Tuve poco tiempo en el aeropuerto de Dubai, y por más que lo intenté no logré ver el Burj Khalifa (edificio más alto del mundo; véase Misión: Imposible – Protocolo Fantasma); a la vuelta tengo más tiempo para ambas tareas.
A la llegada a Entebbe tocó una hora haciendo cola para pasar por inmigración: el resultado fue un visado de entrada para el cual -de forma bastante anticlimática- no tuve ni que explicar el motivo de mi visita, simplemente pagar $50. A la salida compré una tarjeta SIM de la compañía de telefonía móvil MTN, y luego me encontré con el conductor que me llevaría hasta el hotel. Tras salir del aeropuerto y rodear el viejo aeródromo de la ONU (incluyendo cuatro aviones ruinosos que -lo prometo- estaban en ese mismo sitio hace 5 años), el trayecto a Kampala fue el mismo que ya hice en varias ocasiones cuando visité Uganda hace 5 años: treinta y tantos kilómetros al sol sin aire acondicionado por una carretera con sólo un carril en cada sentido, y tan llena de matatus (minibuses de transporte público) y tráfico privado que muchos conductores se lanzan a adelantamientos múltiples algo suicidas mientras los peatones que intentan cruzar calculan el resultado de la ecuación: Cruzar = Velocidad/Tráfico – Valor de seguir vivo.
La discusión con mi conductor versó sobre lo que uno podría esperarse: los cooperantes internacionales retiraron sus fondos de apoyo presupuestario al gobierno, un general destituido se ha exiliado en Israel/Egipto/Sudán y puede que intente volver a la fuerza, el presidente está posicionando a su hijo para que le suceda, cosas así.
Respecto a Kampala, se parece bastante a como la recuerdo, aunque con peor tráfico y más edificios grandes. No está claro que las cosas hayan mejorado mucho desde el 2008, pero tengo que ver más para hacerme una idea de si ha habido cambios.
El hotel donde me estoy albergando es una antigua casa de huéspedes dentro de la Universidad de Makerere: por $45 consigues una habitación pequeña con un gran armario empotrado, muebles de la casa de playa de 1988, una tele antigua, un ventilador de pie, y una cama dura (demasiado dura, como me di cuenta a las malas); y por supuesto, las ubicuas bombillas fluerescentes blancas que tan poco acogedores hacen los hoteles en África. La comida suele ser algún tipo de carne (pollo, pescado, cabra, cerdo) a la parrilla o guisada, con algún tipo de guarnición que empape bien (arroz, patatas fritas, matoke); de postre, plato de fruta cortada; para beber, Coca Cola en botella de cristal reutilizable o botella de agua mineral de dos litros, que además de para beber sirve para tomar las pastillas de Malarone y cepillarse los dientes.
Ayer estaba demasiado cansado como para hacer mucho, por lo que hoy ha sido el primer día de trabajo. Por la mañana temprano intenté registrar mi nueva SIM en una tienda local, pero me pidieron (por error, creo) una fotografía de tamaño carnet que no tenía. Luego intenté cambiar dólares por chelines ugandeses en una oficina de cambio, pero se les había acabado el dinero. La mañana comenzaba productiva.
La tarea número 1 en cuestión de trabajo era concertar más reuniones para esta semana: desde Manchester habíamos estado comunicándonos con organizaciones e individuos por e-mail, pero mucha gente (sobre todo local) tiende a ignorar el e-mail. Así que con mi nueva SIM en el viejo Nokia desbloqueado logré concertar cuatro reuniones más para la semana, incluyendo en dos agencias de cooperación importantes. Mientras almorzaba llegó mi colega -y más o menos jefe- de ESID, y al rato nos fuimos a la Alta Comisión Británica para reunirnos con personal de la agencia británica de desarrollo; ellos son en parte socios, en parte beneficiarios, y en parte sujetos de nuestros proyectos de investigación.
La reunión fue muy productiva. En lo que se refiere a mi proyecto sobre el uso de análisis político por parte de los donantes nos sugirieron algunos sectores y proyectos específicos en los que concentrarnos en los próximos años. También nos recomendaron más nombres de individuos (trabajando para el gobierno, sociedad civil, o cooperantes) que podrían ser informadores interesantes.
Y así, en mi experiencia, es como funciona la investigación de campo, sobre todo la basada en entrevistas. Es como pescar: sabes que hay peces en el mar, sabes incluso cuál puede ser un buen sitio para ponerse a pescar, y te traes caña, sedal y lo que consideras un buen anzuelo; pero en últimas instancia lo que cojas está más allá de tu control. Quizás dés con una persona que conecta muy bien contigo y decide ponerte en contacto con todos sus colegas (como nos pasó en Ghana); o quizás hables con alguien que considera que un extraño no debería meter las narices en sus asuntos (aunque este tipo de persona normalmente no llega a darte un cara a cara).
Igual -o más- que en el mundo empresarial o en el periodismo, en la investigación de actores y procesos gubernamentales (cooperantes o receptores) lo que más importa es a quién conozcas. En mi caso esta es mi primera visita a Uganda para ESID, pero como no será la última se trata por encima de todo de establecer relaciones de confianza con los socios e interlocutores. Lo más útil que se suele sacar de un viaje como éste son las tarjetas de visita, los e-mails y los números de móvil. El proyecto se acabará algún día; pero los contactos se pueden mantener para siempre.