Uganda: Las cuatro caras del desarrollo

En España solemos tener una visión más bien limitada de lo que es la cooperación al desarrollo: por lo general consideramos a la cooperación una extensión del acto solidario, del dar a los que más lo necesitan, en definitivas cuentas de la caridad. Pero las vacunas, los libros de colegio, y los niños apadrinados son sólo una parte de la historia.

1.Un colegio

Como dije en una entrada anterior, mi tiempo en Kampala se ha solapado con el de un colega, pero también con el de su madre, que ha venido unos días a trabajar en un proyecto bastante específico.

La madre de mi compañero es una ex-profesora y subdirectora de colegio jubilada, que en Inglaterra pertenece a una pequeña organización local solidaria, que allí se llaman “charities”. Desde hace ocho años la organización ha estado apoyando y buscando financiación para un proyecto en Kampala: una escuela para niños de la calle en uno de los barrios de chabolas de la ciudad. Todo empezó con una mujer dando clase a un puñado de niños debajo de un árbol; cuando uno de los miembros de la futura organización se la encontró y le preguntó qué hacía, se enteró de que esta chica estaba tratando de educar a estos niños de forma totalmente voluntaria. Y sabía lo que hacía. Era una buena educadora, pero le faltaban medios.

La charity de la madre de mi colega se dispuso a recaudar dinero para apoyar a esta mujer: consiguieron alquilar un pequeño terreno en el barrio, convertir una habitación destartalada en una clase, y asegurarse de que los niños recibiesen dos comidas diarias en la pequeña escuela. El proyecto se hizo tan popular que atrajo a más de 100 niños locales, pero un número tan alto reducía la calidad de la educación y nutrición que recibía cada uno. El grupo planteó el problema a la comunidad, que decidió tomar la difícil decisión de elegir a sólo 45 niños para que continuasen en la escuela.

En esta visita la madre de mi colega se ha reunido con el consejo civil local, que ha manifestado su apoyo dándoles permiso para construir una segunda clase, y otorgándoles el arriendo del terreno básicamente a perpetuidad. Y también han discutido la posibilidad de proporcionar algunas vacunas -no todas, sería demasiado caro- a los niños de la escuela.

2. Un plan

La visita de mi colega Sam tenía un propósito bien diferente. Principalmente se trataba de ponerse al día con todos los investigadores y académicos ugandeses con los que trabajamos en ESID, nuestro centro de investigación basado en la Universidad de Manchester.

Pero uno de los proyectos de Sam va más allá de la investigación: junto con colegas de la Universidad de Harvard está  proporcionando apoyo técnico a la Autoridad Nacional de Planificación en la elaboración del próximo Plan Nacional de Desarrollo.

Todos los países en desarrollo que conozco tienen planes de este tipo, identificando las líneas estratégicas de gobierno para un período de cuatro o cinco años, con un enfoque particular en las reformas de las administraciones públicas que permitirán una mayor efectividad y transparencia en la provisión de servicios públicos como educación o sanidad. El problema es que estos planes a medio plazo casi siempre acaban desvinculados de los presupuestos nacionales debido a las vicisitudes de la vida política de estos países, siempre cambiante según de dónde soplen los vientos del escándalo y la corrupción.

Una de las propuestas de mi colega es que el nuevo Plan Nacional de Desarrollo no tenga como finalidad presentar nuevos objetivos o futuras reformas, sino centrarse en los problemas y las necesidades de implementación de cada ministerio. En lugar de ser un instrumento de arriba abajo, el plan se estructuraría a partir de las necesidades de aquellos a quienes les corresponde proporcionar servicios públicos.

El objetivo es evitar que en el futuro sean necesarios proyectos como el de la madre de mi colega

3.Un gobierno

Nuestra visita a Kampala ha ocurrido en un momento algo delicado. Durante unos 15 años Uganda ha sido uno de los países que más ayuda internacional al desarrollo ha recibido. Debido a la estabilidad política lograda después de décadas de guerra, así como al auge de tecnócratas comprometidos con los objetivos de desarrollo, el país llegó a tener a los cooperantes comiendo de su mano (“donor darling” es la expresión en inglés).

Gran parte de esta ayuda al desarrollo no proviene de ONGs, sino de agencias nacionales de desarrollo como DfID (Reino Unido), Irish Aid (Irlanda), Danida (Dinamarca), o SIDA (Suecia). Y en el debate transnacional sobre desarrollo hace unos 10 años se decidió que dar ayuda mediante proyectos individuales creaba demasiados problemas para los gobiernos receptores, demasiado papeleo que les distraía de sus labores de desarrollo. Por eso surgió una nueva modalidad de ayuda: el apoyo presupuestario, mediante el cual el gobierno local se compromete a algunos objetivos y a cambio recibe un único monto anual de ayuda para que lo use como mejor vea.

En otoño del año pasado se reveló que gran parte del apoyo presupuestario aportado por IrishAid, SIDA y otros donantes a través de la Oficina del Primer Ministro había sido completamente malversado por unos cuantos políticos y funcionarios corruptos. El escándalo hizo que todos los donantes suspendieran sus programas de apoyo presupuestario, pidiendo explicaciones al gobierno. Incluso ahora, más de medio año más tarde, son pocas las agencias que se plantean reiniciar el apoyo tal cual.

Hay mucho cansancio con la corrupción del gobierno, y las misiones de desarrollo de países europeos se están planteando volver a la modalidad de proyecto para asegurar una mayor efectividad y transparencia de la ayuda. El dilema fundamental sigue siendo cómo incentivar a políticos y funcionarios para que usen los recursos para sus fines públicos, no para su beneficio privado.

4.Un análisis

Una de las preguntas que he hecho en mis entrevistas estos días aborda el tema del apoyo presupuestario: ¿acaso no era previsible que algo parecido ocurriese? Si todo el mundo era consciente de la arraigada corrupción en el seno del gobierno, ¿no era inevitable que al menos parte del apoyo presupuestario fuese malversada?

Mis preguntas tienen especial resonancia debido a que durante la última década las agencias de desarrollo se han vuelto -supuestamente- más políticamente sofisticadas: la mayoría de problemas de subdesarrollo tienen una naturaleza política, y los técnicos y especialistas de los donantes están desarrollando metodologías de análisis de economía política y estrategias de diseño de la ayuda orientadas a mitigar el riesgo de fracaso y maximizar la efectividad de sus programas de apoyo.

El objetivo de nuestro proyecto de investigación es determinar si estos nuevos principios guía están teniendo un efecto real en la práctica, o si los incentivos políticos y burocráticos de las agencias son sencillamente demasiado poderosos como para intentar cambiar las cosas. Nuestros hallazgos serán muy relevantes para los profesionales de gobernanza de las agencias de desarrollo, quienes esperan que nuestro proyecte demuestre el valor que el análisis político tiene para la ayuda.

A fin de cuentas, sin un análisis sofisticado de lo cómo funciona el contexto político local será muy difícil intentar fomentar la provisión efectiva y transparente de servicios públicos.

Estas son las cuatro caras de la cooperación al desarrollo, todas ellas visibles en tan sólo unos días de trabajo en Uganda: solidaridad, asistencia técnica, apoyo financiero, e investigación.

Una de mis protestas comunes sobre la cooperación española es que la sociedad se centra demasiado en la primera: programas de televisión como “Acción Directa” perpetúan el mito de que la cooperación es el acto solidario del hombre blanco que da sentido a su vida ayudando a los simpáticos indígenas. Otra de mis protestas es que la AECID se sentra demasiado en la cara del apoyo financiero: la valía de la ayuda oficial al desarrollo española se defiende en el parlamento y en mítines en cuestión de cifras y volúmenes, no de su calidad ni efectividad (que dejan bastante que desear).

Mediante esta entrada espero haber demostrado que aunque es necesario dar, también es preciso pensar bien cómo se da y qué se hace con lo que se da. Lo contrario es dar para sentirte mejor contigo mismo cuando salen niños hambrientos en la tele, no para intentar solucionar los problemas fundamentales del desarrollo.

(Próxima parada: Dubai.)