Me despierto hoy con unas declaraciones del Ministro del Interior de Israel, Eli Yishai, que me hacen pensar el infierno en el que se va a convertir Gaza en las próximas semanas: “El objetivo de la operación es devolver Gaza a la edad media. Sólo así podrá vivir en paz Israel durante cuarenta años”. Pero lo más preocupante es que mientras el resto del mundo parece habitar una temporalidad abierta hacia al futuro, en la que el sistema internacional de 2012 no se parece casi nada al de 1992, el conflicto de Israel y Palestina parece habitar una temporalidad propia en el que los acontecimientos discurren de forma trágicamente cíclica.
La futilidad de los actuales ataques en Gaza por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) es evidente para cualquiera que no sea un fanático o un oportunista con detestables niveles de cinismo. Como recuerda Stephen Walt, la actual operación Pilar de Defensa es tristemente similar a la operación Plomo Fundido que las FDI llevaron a cabo en el invierno de 2008-2009:
En ambos casos, los ataques ocurrieron poco después de unas elecciones presidenciales en EEUU. En ambos casos, una tregua inestable fue violada inicialmente por Israel, desencadenando una respuesta palestina, y llevando an contraataque israelí justificado por la necesidad de “restaurar la disuasión”. En ambos caso no parece haber habido una estrategia israelí clara, en el sentido de cualquier clase de objetivo político justificable.
Hamas, por su parte, no parece nada dispuesta a quedarse atrás respecto a Israel en cuanto a crímenes de guerras por bombardeo indiscriminado: el hecho de que haya lanzado cohetes contra Tel Aviv y Jerusalén (aunque el nuevo sistema de defensa antimisiles israelí -“Cúpula de Hierro”- ha detenido muchos de ellos) dice muy poco de la capacidad o voluntad de Hamas de distinguir entre objetivos militares y objetivos civiles, y por lo tanto entre de distinguir entre guerra justa y guerra injusta.
Como escribía Walt el viernes en una entrada de blog titulada “Encefalograma plano en ambos bandos”, tanto la actual operación israelí como las represalias de Hamas carecen de justificación estratégica:
En conjunto, esta última serie de choques revela la total falta de imaginación y previsión estratégica de ambos bandos. Es un intercambio de violencia inútil que no alterará la situación estratégica básica ni un ápice. La lucha puede que aumente las posibilidades de reelección de Netanyahu, pero parecía claro que iba a ganar de todas formas. Puede que consolide la posición de Hamas y socave la relevancia de la Autoridad Palestina, pero la creciente irrelevancia de esta última ya estaba bastante asumida, e incluso reconocida en público. Pero no hace que ninguno de los dos bandos se aproxime más a sus objetivos fundamentales.
Un realista político como Walt nos ofrece aquí una hipótesis alternativa para el conflicto: la guerra entre Israel y Hamas no se gana ni se pierde en la escena internacional, sino en la escena local. No es un instrumento de política exterior o de defensa, sino de política electoral. De toda esta destrucción y muerte los únicos que pueden sacar algo en claro son los líderes del gobierno israelí y los líderes de la franja de Gaza, cuyas posturas intolerantes y beligerantes se ven justificadas y reforzadas. Es sólo una hipótesis, pero una que concuerda con la teoría de la “guerra de distracción” de la que ya he escrito antes.
En cualquier caso, por ahora lo que parece evidente es que los habitantes de Gaza siguen atrapados en un tiempo circular, en el que la única alternativa a matar es morir.