Romney, G.I.Joe y la política exterior de los años 80

Anoche se celebró el tercer debate presidencial en Estados Unidos, esta vez dedicado por completo a la política exterior. En general el tono y el contenido se ciñeron a lo que todo el mundo esperaba: básicamente Mitt Romney acusó a Barack Obama de reducir el tamaño del ejército, descuidar la alianza con Israel, no ser lo bastante duro con Irán, y no mostrar el liderazgo de EEUU en Siria; y Obama le replicó cuestionando la veracidad y sabiduría estratégica de cada uno de sus argumentos. Una de mis frases favoritas de la noche -claramente ensayada por Obama con su campaña- fue: “Gobernador, respecto a nuestra política exterior, usted parece querer aplicar las políticas de los años 80, igual que las políticas sociales de los años 50 y las económicas de los años 20.” Esta crítica podría considerarse un poco injusta, si no fuera porque minutos antes Romney había dicho: “Mi estrategia es bastante sencilla: perseguir a los malos, hacer todo lo posible para interrumpirles, para matarles, para quitarles de en medio”. Al escuchar esto instintivamente me entraron ganas de gritar: ¡G.I.Joe!

 

G.I.Joe: A Real American Hero fue una línea de juguetes y serie de dibujos animados que cualquier niño que creciese en los años 80 probablemente recuerda con cariño. Pero también fue un símbolo de una época en la que Estados Unidos dominaba el mundo sin oposición. Como decía la canción de la serie: “G.I.Joe es el nombre en código de la audaz y altamente entrenada fuerza de misiones especiales de América. Su propósito: defender la libertad de los humanidad frente a Cobra, una despiadada organización terrorista decidida a conquistar el mundo.” G.I.Joe representaba el ideal militar de la Guerra Fría: no se enfrentaba a limitaciones presupuestarias, no estaba sometido a supervisión por parte del Congreso, y no era vulnerable al derecho internacional. En suma, funcionaba en un mundo en el que no había una escala de gris entre el blanco y el negro. Era una expresión de cómo el poder militar de Estados Unidos podía ser una fuerza para hacer el bien en el mundo.

Lo que ni yo ni los otros miles de niños españoles de 6 años sabíamos en su momento era que G.I.Joe era también un símbolo de una época de triunfalismo militar americano, y en particular de un presidente: Ronald Reagan (1980-1988). El mismo presidente que el Partido Republicano ha idolizado en las últimas primarias presidenciales debido a dos aspectos de su gobierno: (1) el triunfo sobre la Unión Soviética (que para muchos americanos se colapsó una vez que Reagan gritó “Señor Gorbachov, ¡derribe ese muro!“); y (2) la liberalización y desregulación de la economía. El primer aspecto encaja perfectamente con la tradición militarista y agresiva de los republicanos, que hasta hace poco -hasta que Obama mató a bin Laden- siempre derrotaban a los demócratas en cuestiones de seguridad nacional. Y el segundo aspecto -minimizar el papel del estado en la economía- encaja perfectamente con el sentir actual del Tea Party y los sectores más libertarios del partido.

Ronald Reagan
Presidente Ronald Reagan (1980-1988)

Reagan representa las aspiraciones de poder de Estados Unidos mucho mejor que los dos presidentes republicanos que han gobernado desde su retirada, George H. W. Bush (1988-1992) y George W. Bush (2000-2008), quienes no encarnan los ideales del partido al que se enfrenta Obama. Bush padre en realidad fue un moderado que subió los impuestos para reactivar políticas públicas, lo cual es simplemente anatema hoy en día; Bush hijo lanzó dos guerras a crédito de China, disparando la deuda nacional y facilitando de paso la mayor recesión en la historia de Estados Unidos desde los años 30. Por su parte, Reagan en realidad no fue tan buen presidente, desde luego mucho peor que Bush padre: su política de liberalización salvaje aumentó las desigualdades entre richos y pobres, exacerbó los conflictos sociales, precipitó una crisis económica, y en última instancia plantó las semillas del colapso financiero de 2008. Pero dos factores actúan en su favor: en primer lugar, el ciclo político no tiene una memoria tan buena; en segundo lugar, Reagan está muerto, y por lo tanto se le puede canonizar.

El problema de invocar a Reagan como modelo de política exterior es que el mundo ha cambiado radicalmente en las últimas tres décadas: en los tiempos de G.I.Joe no había Unión Europea, ni grandes poderes como China, Brasil o la India; los países árabes eran todos dictaduras estables, y no había redes terroristas que amenazasen a Estados Unidos; no había internet, ni redes sociales con las que difundir información; las Naciones Unidas no funcionaban, y la diplomacia y el derecho internacionales estaban supeditados a la Guerra Fría. Para el presidente de Estados Unidos el mundo de los años 80 era un lugar más sencillo y predecible; en comparación, el mundo del siglo XXI es caótico y traicionero. Quizás Mitt Romney debería repensar su estrategia de política exterior, porque ya no basta con “perseguir a los malos” y “quitarles de en medio”.

En el peor de los casos Romney cree sinceramente en estas ideas, lo cual anticiparía una mala presidencia para la seguridad internacional. Pero es que incluso en el mejor de los casos, si no se cree lo que dice, Romney está engañando a los votantes americanos, haciéndoles creer la responsabilidad del presidente de Estados Unidos se reduce a algo tan simple como gritar: ¡Go Joe!