El pasado miércoles fue el primer debate de la campaña presidencial en Estados Unidos, entre el presidente demócrata Barack Obama y el aspirante republicano Mitt Romney. Con las elecciones previstas para el próximo 6 de noviembre en el que es sin duda el país más poderoso del mundo, inevitablemente durante las próximas semanas los telediarios, los periódicos y las tertulias irán bombardeándonos con más y más información y comentario sobre la contienda. Habiendo vivido durante unos cuantos años en EEUU, y habiendo discutido mucho sobre elecciones con gente que verdaderamente sabe, ahora puedo servir de correa de transmisión entre cómo se entienden las elecciones allí y cómo las vemos aquí. Hoy, para empezar, presento algunas claves con las que procesar toda la información que nos va a llegar.
1. No se trata de una elección sino de tres. El 6 de noviembre los americanos acudirán a los colegios electorales no sólo para elegir a su nuevo presidente, como cada cuatro años, sino también a un porcentaje importante del Congreso. En concreto, se elige a todos los miembros de la Cámara de Representantes (350), que se renuevan cada 2 años, y a un tercio de los miembros del Senado (33 de 100), que se renuevan cada 6 años. Al contrario que en un sistema parlamentario como el nuestro, donde el líder del partido más votado se convierte en líder del gobierno, Estados Unidos tiene un sistema presidencial en el que es perfectamente posible que el presidente sea de un partido, la Cámara esté dominada por otro, y el Senado por cualquiera de los dos. Esto importa porque un presidente que se enfrenta a un Congreso dividido o en manos del partido contrario puede hacer bien poco para influir la política interna de EEUU.
2. La elección presidencial se decidirá en 9 de los 50 estados. El presidente no es elegido por voto popular en EEUU, sino mediante lo que se llama el “colegio electoral”, en el que cada uno de los estados tiene un número de votos proporcional a su población (538 votos electorales en total; hacen falta 270 para ganar). Cada estado vota en dicho colegio como conjunto, de tal forma que aunque un candidato gane un estado por sólo el 51% aún se lleva todos los votos electorales. Pues bien, como se ve en este mapa la mayoría de estados están ya claramente dominados por demócratas (las dos costas y algunos estados industriales del norte) o por republicanos (el sur y gran parte del oeste), y sólo quedan 9 que están realmente en liza, a los que allí se llama “battleground states” (estados campo de batalla) o “swing states” (estados visagra): 110 votos repartidos entre New Hampshire (4), Virginia (13), Ohio (18), North Carolina (15), Florida (29), Wisonsin (10), Iowa (6), Colorado (9) y Nevada (9). Tal y como están las encuestas ahora mismo Obama necesita 33 de estos 110 votos para ganar, y Romney 79, y os puedo asegurar que en la noche electoral ambas campañas estarán atentas principalmente a estos 9 estados decisivos.
3. La lucha entre demócratas y republicanos es una competición demográfica. Durante las últimas décadas la demografía del voto de ambos partidos (los grupos sociales, económicos y culturales que apoyan a cada uno) se ha consolidado hasta niveles extremos. Normalmente los demócratas tienen el apoyo de afroamericanos, latinos (salvo los cubanos-americanos), judíos (salvo los ultraconservadores), mujeres, trabajadores públicos y profesores, afiliados a sindicatos, personas con niveles de educación más altos, personas LGBT, y jóvenes. A los republicanos, en cambio, les votan los cristianos conservadores, los sureños, los blancos de clase media-baja, los hombres de mediana edad, los cubanos-americanos, y las grandes fortunas financieras y empresariales. En última instancia los dos partidos están pugnando por muy pocos votos pero muy importantes: las personas de tercera edad, los hombres blancos, los judíos que apoyan a Israel, y los llamados independientes.
4. Las elecciones son una gran campaña para movilizar o disuadir el voto. Estados Unidos no es un país que ponga muy fácil la participación democrática. Para empezar hay que acudir a registrarse para poder votar, al contrario que en España, donde estamos registrados por defecto y lo único que hay que hacer es comprobar si hay errores en el censo electoral. Para registrarse y también para votar hace falta algún tipo de identificación oficial, en un país sin DNI y donde mucha gente carece de pasaporte o carnet de conducir. Y por último el día de las elecciones siempre es el primer martes de noviembre, que es día laboral, con lo que hace falta compaginar la jornada de trabajo con el voto. Pero aquí es donde entran ambos partidos. Miles de voluntarios han recorrido el país, puerta por puerta, intentando registrar a votantes. Los candidatos han intentado asegurar un porcentaje de voto anticipado lo más alto posible. Y el 6 de noviembre miles de voluntarios intentarán persuadir a los votantes registrados para que acudan a los colegios electorales, incluso acompañándoles con paraguas en caso de lluvia, para asegurarse de que todo el mundo vota.
5. El resultado final depende de los indecisos. En Estados Unidos existe un grupo de votantes que no se identifica con ninguno de los dos partidos, y que por tanto puede votar en un sentido u otro el día de las elecciones. En España no estamos acostumbrados a que cambie el voto con tanta facilidad, pero en EEUU estos “indecisos”, “independientes” y “votantes de poca información” son el verdadero público objetivo de los debates, discursos y anuncios de campaña. El problema es que no está claro qué hace que un indeciso se decida: para algunos será si tienen trabajo o están en paro; otros se fijarán en el carácter y la vida familiar del candidato; y aún otros se decantarán por el candidato que parezca compartir sus valores (sean cuales sean).
Termino con algunas recomendaciones de cultura popular para quienes quieran prepararse para el 6 de noviembre. La opción más evidente es la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca, especialmente la séptima temporada. También la película de la HBO Game Change, que narra la entrada de Sarah Palin en la campaña del 2008. Y para los que quieran reírse un poco, la película de Eddie Murphy Su Distinguida Señoría es un manual sorprendentemente bueno de cómo funciona el Congreso de Estados Unidos.