Estos días aparecen de vez en cuándo en las noticias imágenes de un conflicto africano más, que para muchos resulta completamente indistinguible de cualquier otro conflicto africano. Las imágenes que nos asaltan a la hora de comer esta semana tienen un trasfondo de vegetación frondosa y tonos verdes y marrones; quizás ésa sea la única forma de diferenciar esta guerra olvidada de otras que parecen tener lugar en parajes áridos y desérticos (como Mali). El conflicto en cuestión es el último episodio de insurgencia en las provincias orientales de la República Democrática del Congo, protagonizado por un grupo de rebeldes que se llaman a sí mismos Movimiento 23 de marzo (M23) y que -se sospecha- gozan de apoyo de la vecina Ruanda. Hoy M23 aparece en las noticias porque han arrebatado la capital regional, Goma, a las fuerzas del ejército congolés. Pero no es éste el primer grupo rebelde que amenaza a la población de Goma; ni es probable que sea el último.
La República Democrática del Congo (RDC, o antiguo Zaire) es un enorme país situado en el mismo corazón de África, cuyas fronteras tocan a otros 9 países centroafricanos y encierran una extensión de 2,3 millones de kilómetros cuadrados (es decir, más de cuatro veces el tamaño de España) en la que viven algo más de 70 millones de personas. A pesar de tener poca o ninguna relevancia política internacional, RDC es una región clave en la economía mundial en cuestión de recursos naturales: la región de Katanga en el sudeste del país -junto con el vecino país Zambia– forma el llamado “cinturón del cobre”, que suministra una parte significativa del valioso metal al resto del mundo. El subsuelo de DRC también proporciona al mundo diamantes industriales, cobalto, y hasta un 70% de toda la producción mundial de coltán (un mineral hasta ahora crucial para la elaboración de componentes electrónicos). A pesar de esta riqueza natural, la población de República Democrática del Congo tiene una renta per cápita de apenas $350 al año, y el país ocupa la última posición en el índice de desarrollo humano global.
Cuando consiguió su independencia de Bélgica en junio de 1960, no estaba claro que la entonces República del Congo-Leopoldville estuviese abocada a un futuro tan lamentable. Pero al poco apareció un intento de secesionismo en Katanga, y el líder de la independencia Patrice Lumumba fue primero depuesto y después asesinado con ayuda de la CIA. Fue este contexto de caos el que permitió al jefe del ejército, Joseph-Désiré Mobutu, lograr los apoyos necesarios para hacerse con el poder mediante un golpe de estado. Entre 1965 y 1997 el país estuvo bajo el control absoluto de este hombre, que se rebautizó a sí mismo como Mobutu Sésé Seko Nkuku Ngbendu wa Za Banga (“el guerrero conquistador que marcha de triunfo en triunfo”). Arquetipo del dictador africano, Mobutu gobernó el Congo como una monraquía absoluta disfrazada de democracia presidencial: cambió el nombre del país a Zaire, instituyó una doctrina política oficial conocida como “mobutuísmo”, se autodefinió como “padre de la nación”, compró o aplastó a la oposición, se rodeó de una poderosa magia para aterrorizar a sus rivales, y repartió las rentas del estado entre una red de familiares, allegados y clientes políticos.

A principios de los años 90 Mobutu era ya un hombre mayor, enfermo, y cada vez menos capaz de gobernar el caos controlado que era Zaire. Tan débil era su posición real que su caída la precipitaría un conflicto étnico en un diminuto país vecino. En 1990 Ruanda fue invadida desde su frontera norteña con Uganda por un ejército de exiliados tutsis que habían huido o sido expulsados por un régimen etnopolítico controlado por caudillos hutus. El avance militar de este Frente Patriótico Ruandés (FRP) junto con las demandas internacionales de transición hacia una democracia multipartido precipitaron en 1994 el genocidio de Ruanda, que comenzó como un intento del régimen hutu eliminar tanto a los “colaboradores” tutsis del FRP como a los hutus que favorecían la democracia. Mientras el mundo miraba hacia otro lado, las milicias extremistad hutus asesinaron a unas 800.000, a pesar de lo cual el régimen que pretendían defender perdió la guerra. Bajo la protección militar de Francia (que luego se arrepentiría) los supervivientes del régimen hutu y gran parte de las milicias extremistas lograron cruzar la frontera y refugiarse en la provincias orientales de Zaire, donde establecieron un gobierno informal sobre los campos de refugiados y lanzaron una campaña de ataques étnicos contra los banyamulengue, parientes zaireños de los tutsis ruandeses.
Los banyamulengue no toleraron estos ataques durante mucho tiempo y, espoleados por el nuevo régimen tutsi de Ruanda, en agosto de 1996 lanzaron una rebelión armada contra las fuerzas de Mobutu en las provincias orientales de Zaire. Los rebeldes atrajeron el apoyo de muchos grupos zaireños descontentos con Mobutu, y juntos formaron la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo. Con el apoyo militar del Ejército Patriótico Ruandés, Uganda, y más tarde de Angola, la Alianza recorrió el país de este o este en lo que se ha dado en llamar la Primera Guerra del Congo (1996-1998). El líder de los rebeldes, el katangués Laurent-Désiré Kabila, se proclamó presidente de la rebautizada República Democrática del Congo el 7 de septiembre de 1997, el mismo día en el que Mobuto fallecía en Marruecos a causa de un cáncer de próstata.
El gobierno de Laurent Kabila pronto demostró ser tan incapaz y corrupto como el de Mobutu, y su dependencia de fuerzas militares extranjeras despertó un gran rechazo popular. El nuevo presidente, cuyos orígenes estaban en una rebelión provincial apoyada desde el exterior, decidió no obstante expulsar a los asesores ruandeses tutsis y proceder a la centralización del poder en torno a la capital del país, Kinshasa. En agosto de 1998 estalló un motín entre las tropas banyamulengue (tutsis congoleños) estacionadas en Goma, la capital de la provincia oriental de Kivu Norte, una insurrección a la que Ruanda no tardó en proporcionar apoyo político y militar. Así nació el Reagrupamiento Congoleño para la Democracia, y así comenzó la Segunda Guerra del Congo.
Conocida como la Gran Guerra Africana (1998-2003), el segundo conflicto del Congo involucró a nada menos que nueve países africano. Ruanda, Uganda, y Burundi apoyaron la rebelión del Reagrupamiento; mientras que Angola, Namibia, Zimbabue, Chad y Sudán prestaron apoyo al gobierno de Kabila. En el año 2000 la comunidad internacional intentó garantizar el cumplimiento de varios frágiles acuerdos entre las partes con el despliegue de la Misión de la Organización de Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUC). En 2002 Uganda y RDC firmaron un acuerdo de paz, y en 2003 se inauguró un gobierno de transición que agrupaba a todas las fuerzas leales y rebeldes. El líder del Congo transicional no fue Laurent Kabila, no obstante, quien había sido asesinado en enero de 2001 por un guardaespaldas, sino su hijo Joseph Kabila. Nacido en 1971 (el mismo año que Mobutu cambió el nombre del Congo a Zaire), el joven Kabila fue elegido presidente en 2006 con tan sólo 35 años, y fue re-elegido para un segundo mandato en 2011.
A pesar de todo, el final de la Segunda Guerra del Congo en 2003 y la transición hacia una frágil democracia en 2006 no pusieron fin al conflicto en las provincias orientales de República Democrática del Congo. De eso ya escribiré mañana.